Introducción
El crecimiento espiritual luego del nuevo nacimiento es de vital importancia para todo cristiano. Así como en la vida física un bebé debe crecer y desarrollarse normalmente, de la misma manera el cristiano debe experimentar un continuo crecimiento luego de nacer de nuevo. La Biblia nos exhorta a crecer en Cristo y nos advierte sobre el peligro de permanecer estáticos en nuestra fe. El apóstol Pedro nos insta: «Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación» (1 Pedro 2:2). Es claro que el crecimiento está íntimamente relacionado con el alimento espiritual que consumimos.
El crecimiento implica madurez
Una de las señales de un cristiano en crecimiento es la madurez espiritual que va alcanzando. El autor de Hebreos reprocha a sus lectores por no haber crecido lo suficiente y seguir siendo como «niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina» (Efesios 4:14). Un cristiano maduro, en cambio, tiene sus sentidos espirituales bien desarrollados para discernir el bien del mal (Hebreos 5:14). Ha dejado atrás la leche elemental de la palabra de Dios y puede digerir alimento sólido, profundizando en las verdades más complejas de las Escrituras (Hebreos 5:12-14).
El fruto del Espíritu
Otra señal importante de crecimiento es el fruto que el Espíritu Santo produce en nosotros. «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza» (Gálatas 5:22-23). Un cristiano maduro exhibirá estas cualidades en mayor medida, revelando la obra transformadora del Espíritu en su vida. Amará más, será más paciente, manifestará más benignidad y bondad.
El cristiano en crecimiento también buscará activamente la comunión con Dios a través de la oración y el estudio de las Escrituras. Como dice el Salmo 1, será «como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae, y todo lo que hace prosperará» (Salmo 1:3). Estará firmemente arraigado en Cristo.
Conclusión
En conclusión, un cristiano que crece espiritualmente luego del nuevo nacimiento mostrará mayor madurez, el fruto del Espíritu y un afán por la comunión con Dios. Debemos examinarnos para verificar que realmente estamos progresando en nuestro caminar cristiano, buscando sinceramente crecer en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El crecimiento no es opcional, es evidencia de una fe viva y vibrante. ¡Sigamos adelante!