Saltar al contenido

Cristo nuestro abogado ante el Padre

Texto bíblico: 1 Juan 2:1-2

Introducción: No hay cristiano que en algún momento de su vida peque, el apostol Juan dice que «si decimos que no tenemos pecado mentimos y la verdad no está en nosotros». Debido a nuestra naturaleza caída, estamos expuestos al pecado, por lo que necesitamos ser perdonados y limpiados constantemente por medio de la sangre de nuestro señor Jesucristo, quien nos brinda consuelo y esperanza en nuestra relación con Dios. En 1 Juan 2:1-2, encontramos una hermosa afirmación acerca de Cristo como nuestro abogado ante el Padre. Veamos juntos cómo este pasaje nos enseña sobre la gracia y misericordia de nuestro Señor Jesucristo.

 

I. Cristo, nuestro defensor en nuestras faltas

a) Nuestro constante consuelo (1 Juan 2:1a)

Hermanos, es una gran bendición saber que tenemos a Jesús como nuestro abogado en nuestras faltas y pecados. Él está siempre dispuesto a defendernos y a interceder en nuestro nombre. Su amor y misericordia nunca fallan.

b) El sacrificio perfecto (1 Juan 2:1b)

En su muerte en la cruz, Jesús pagó el precio de nuestros pecados. Su sacrificio perfecto nos asegura el perdón y la reconciliación con Dios. Ya no tenemos que llevar el peso de nuestros pecados, porque Cristo llevó ese peso por nosotros.

c) Una relación restaurada (1 Juan 2:2)

Gracias al sacrificio de Cristo, podemos tener una relación íntima con el Padre celestial. Su sangre nos limpia de todo pecado y nos permite acercarnos a Dios sin temor. Somos restaurados y renovados en su amor inagotable.

 

II. Cristo, nuestro mediador y abogado ante el Padre

a) Intercesor constante (Hebreos 7:25)

Nuestro Señor Jesucristo es nuestro mediador y abogado ante el Padre. Él está a la diestra de Dios, intercediendo siempre por nosotros. Su intercesión persistente y poderosa nos brinda confianza y seguridad en nuestra relación con Dios.

b) Acceso directo (Efesios 2:18)

A través de Cristo, tenemos acceso directo al Padre celestial. No necesitamos intermediarios humanos, ya que el mismo Jesús es nuestro abogado. Podemos acudir a Él con confianza, sabiendo que seremos escuchados y amados.

c) Gracia constante (Hebreos 4:16)

En nuestra debilidad y fragilidad humana, necesitamos la gracia de nuestro abogado. Jesús entiende nuestras luchas y tentaciones, y nos invita a acercarnos a su trono de gracia. Encontraremos misericordia y gracia para ayudarnos en nuestros momentos de necesidad.

 

III. Cristo, nuestro abogado fiel y compasivo

a) Siempre dispuesto a defendernos (Romanos 8:33-34)

No importa cuáles sean las acusaciones que enfrentemos, Jesús siempre está listo para defendernos. Él es el defensor incansable que nunca nos abandona. Su amor y compasión son mayores que cualquier acusación en nuestra contra.

b) Perdón incondicional (1 Juan 1:9)

Aunque nos fallemos y caigamos en pecado, nuestro abogado nos ofrece un perdón incondicional. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. Su gracia es mayor que nuestros errores.

c) Amor eterno (Romanos 8:38-39)

Finalmente, recordemos que el amor de nuestro abogado es eterno e inquebrantable. Nada ni nadie nos podrá separar de su amor. No importa cuán grandes sean nuestras faltas, nuestro abogado siempre estará allí, recordándonos que somos amados y redimidos por su gracia infinita.

 

Conclusión: Hermanos y hermanas, en medio de nuestras debilidades y luchas, recordemos que tenemos a Cristo como nuestro abogado ante el Padre. Su amor, su sacrificio y su intercesión constante nos brindan consuelo, esperanza y seguridad en nuestra relación con Dios. Confíemos en su gracia y busquemos vivir en obediencia a su palabra, sabiendo que tenemos un defensor fiel y compasivo que nunca nos abandonará. Que el Señor nos llene de su amor y nos permita ser testigos de su gracia en nuestras vidas. Amén.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *