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La oración: comunicación y comunión con Dios

Versículo base: Filipenses 4:6-7

No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.

Introducción

La oración es una de las prácticas más importantes y poderosas de la vida cristiana. A través de la oración, podemos comunicarnos con Dios, expresarle nuestros sentimientos y pensamientos, pedirle sus bendiciones y favores, alabarle y agradecerle por todo lo que hace por nosotros, interceder por los demás y por nosotros mismos, y escuchar su voz y su voluntad. La oración es también una forma de entrar en comunión con Dios, de fortalecer nuestra relación con él, de experimentar su presencia y su amor, de crecer en su conocimiento y su gracia, y de vivir conforme a su propósito.

Pero ¿qué es la oración? ¿Cómo debemos orar? ¿Qué nos enseña la Biblia sobre la oración? ¿Qué beneficios tiene la oración para nosotros? ¿Qué dificultades o desafíos podemos encontrar en la oración? Estas son algunas de las preguntas que trataremos de responder en este estudio bíblico.

Desarrollo

1. La definición de la oración

Para poder definir la oración, podemos analizar las diferentes palabras que se usan en la Biblia para referirse a ella. Estas palabras nos revelan los distintos aspectos o dimensiones de la oración.

1.1. Las palabras hebreas

En el Antiguo Testamento, se usan tres palabras hebreas principales para hablar de la oración:

  • Tfiláh y hitpalil: Estas palabras significan “orar” o “oración” y provienen de una raíz que significa “intervenir”, “interponer” o “interceder”. Cuando usamos estas palabras, estamos reconociendo, que necesitamos su intervención en nuestras vidas y en las de los demás, y que dependemos de su gracia y su misericordia. Ejemplos: 1 Reyes 8:23; Salmo 17:1; Daniel 9:3.
  • Tejináh y hitjanin: Estas palabras significan “suplicar” o “suplicación” y provienen de una raíz que significa “mostrar favor” o “ser gracioso”. Cuando usamos estas palabras, estamos expresando nuestra necesidad de Dios, nuestra humildad ante él, nuestra confianza en su bondad y nuestro agradecimiento por sus dones. Ejemplos: 1 Reyes 9:3; Nehemías 1:11; Salmo 28:2.
  • Jallah: Esta palabra significa “buscar el favor de” o “implorar”. Cuando usamos esta palabra, estamos mostrando nuestro deseo de agradar a Dios, nuestra obediencia a su voluntad, nuestra reverencia hacia él y nuestra esperanza en su respuesta. Ejemplos: 1 Reyes 13:9; Job 8:5; Salmo 30:8.

1.2. Las palabras griegas

En el Nuevo Testamento, se usan siete palabras griegas principales para hablar de la oración:

  • Evjê (euche), prosévjomai (proseuchomai) y prosevjê (proseuche): Estas palabras significan “pedir”, “orar” o “oración” y provienen de una raíz que significa “expresar un deseo”. Cuando usamos estas palabras, estamos manifestando nuestra fe en Dios, nuestra dependencia de él, nuestra comunión con él y nuestra súplica por sus promesas. Ejemplos: Mateo 6:5; Lucas 18:1; Hechos 12:5.
  • Déomaí (deomai) y deêsís (deesis): Estas palabras significan “rogar”, “pedir” o “petición” y provienen de una raíz que significa “carecer” o “necesitar”. Cuando usamos estas palabras, estamos admitiendo nuestra insuficiencia ante Dios, nuestra urgencia por su ayuda, nuestra sinceridad en nuestra petición y nuestra expectativa por su provisión. Ejemplos: Lucas 5:12; Filipenses 1:4; 1 Timoteo 2:1.
  • Aiteín (aiteo) y aitêma (aitema): Estas palabras significan “solicitar”, “pedir” o “solicitud” y provienen de una raíz que significa “reclamar” o “exigir”. Cuando usamos estas palabras, estamos reclamando nuestros derechos como hijos de Dios, exigiendo lo que nos corresponde según su palabra, solicitando lo que nos conviene según su voluntad y recibiendo lo que nos concede según su gracia. Ejemplos: Mateo 7:7; Juan 14:13; Santiago 1:5.
  • Erôtán (erotao) y erôtêsai (erotesei): Estas palabras significan “preguntar”, “pedir” o “pregunta” y provienen de una raíz que significa “interrogar” o “consultar”. Cuando usamos estas palabras, estamos interrogando a Dios sobre sus planes, consultando con él sobre nuestras decisiones, preguntando por su sabiduría y aprendiendo de su revelación. Ejemplos: Mateo 16:13; Juan 16:23; Hechos 1:6.

1.3. La síntesis de la definición

A partir de estas palabras, podemos sintetizar una definición de la oración como sigue:

La oración es la expresión de nuestra relación con Dios, mediante la cual le comunicamos nuestros sentimientos, pensamientos, deseos, necesidades y peticiones, y le escuchamos su voz, su voluntad, su sabiduría y su respuesta.

2. Los principios de la oración

Para poder orar correctamente, debemos seguir algunos principios que nos enseña la Biblia. Estos principios nos ayudan a tener una oración eficaz, agradable a Dios y beneficiosa para nosotros. Algunos de estos principios son los siguientes:

2.1. Orar en el nombre de Jesús

El primer principio es orar en el nombre de Jesús. Esto significa que debemos orar reconociendo la autoridad, la obra y la mediación de Jesús, el Hijo de Dios y nuestro Salvador. Solo por medio de él podemos acercarnos a Dios con confianza y recibir lo que le pedimos conforme a su voluntad. Jesús mismo nos dijo: “Y todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13-14). También dijo: “De cierto, de cierto os digo: Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23).

2.2. Orar con fe

El segundo principio es orar con fe. Esto significa que debemos orar creyendo en Dios, en su poder, en su amor y en sus promesas. Debemos confiar en que él nos escucha, nos atiende y nos responde según su propósito. La fe es la condición indispensable para recibir lo que pedimos. La Biblia dice: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6-7). También dice: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:14-15).

2.3. Orar con humildad

El tercer principio es orar con humildad. Esto significa que debemos orar reconociendo nuestra condición pecadora ante Dios, nuestra necesidad de su perdón y nuestra dependencia de su gracia. Debemos arrepentirnos de nuestros pecados, confesarlos ante él y pedirle su limpieza y restauración. Debemos evitar la soberbia, la hipocresía y la vanidad en nuestra oración. La Biblia dice: «Dios resiste a los sober

Conclusión

George Müller, un hombre de Dios que vivió en el siglo XIX en Inglaterra. Él fue el fundador de un orfanato que llegó a albergar a más de 10.000 niños huérfanos a lo largo de su vida. Lo más sorprendente es que él nunca pidió dinero ni ayuda a nadie para sostener su obra, sino que solo confió en la provisión de Dios a través de la oración.

Él decía: “Cada mañana, después de leer la Biblia y meditar en ella, me arrodillo ante Dios y le pido que me dé lo que necesito para ese día. Nunca he dejado de recibir lo que he pedido. A veces no sé cómo voy a alimentar a los niños, pero Dios siempre envía lo suficiente justo a tiempo”.

Un ejemplo de esto ocurrió un día en que no había nada para desayunar en el orfanato. Los niños estaban sentados en sus mesas, esperando su comida, pero no había nada en la cocina. George Müller les dijo: “Hijos, ustedes saben que siempre tenemos algo bueno para comer, porque tenemos un Padre celestial que nos ama y nos cuida. Vamos a darle gracias por lo que nos va a dar”. Entonces él oró: “Padre, te damos gracias por el pan que nos vas a dar hoy”.

En ese momento, se oyó un golpe en la puerta. Era el panadero, que traía una gran cantidad de pan fresco para los niños. Él dijo: “Señor Müller, anoche no pude dormir. Sentí que Dios me decía que debía hornear pan para sus niños. Así que me levanté y lo hice. Aquí está, espero que les guste”.

Poco después, se oyó otro golpe en la puerta. Era el lechero, que traía una gran cantidad de leche para los niños. Él dijo: “Señor Müller, tengo un problema con mi carro. Se ha roto una rueda y no puedo llevar la leche a mis clientes. Si no la reparto pronto, se va a echar a perder. ¿Podría usted usarla para sus niños?”

Así fue como Dios proveyó el desayuno para los niños huérfanos, a través de la oración de fe de George Müller. Él siempre dio testimonio de la fidelidad y la bondad de Dios, y animó a otros a confiar en él y a orar sin cesar.

La oración es la comunicación y la comunión con Dios, mediante la cual le expresamos nuestra relación con él, le pedimos sus bendiciones y favores, le alabamos y le agradecemos por todo lo que hace por nosotros, le intercedemos por los demás y por nosotros mismos, y le escuchamos su voz, su voluntad, su sabiduría y su respuesta. La oración es una de las prácticas más importantes y poderosas de la vida cristiana, que nos acerca a Dios, nos transforma a su imagen, nos fortalece en la fe, nos llena de paz y de gozo, y nos hace partícipes de su obra.

Para orar correctamente, debemos seguir algunos principios que nos enseña la Biblia, como orar en el nombre de Jesús, orar con fe, orar con humildad, orar con perseverancia, orar con sinceridad, orar con obediencia y orar con amor. Estos principios nos ayudan a tener una oración eficaz, agradable a Dios y beneficiosa para nosotros.

La oración es un regalo de Dios para nosotros, una invitación a entrar en su presencia y a disfrutar de su compañía. No desaprovechemos esta oportunidad de hablar con nuestro Padre celestial, que nos ama y nos espera con los brazos abiertos. Oremos sin cesar, en todo tiempo y lugar, con todo nuestro corazón y mente, con toda nuestra alma y fuerza. Oremos como Jesús nos enseñó: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mateo 6:9-13).

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